Hay tardes en las que súbitamente la memoria atisba instantes placenteros; al principio aparecen levemente insinuados y luego las imágenes se tornan tan vívidas que nos devuelven la alegría.
Como en ésta, cuando Jorge Luz me venía a buscar a la salida del teatro y nos íbamos a comer una pizza.
«Concierto amoroso», Teatro Nacional Cervantes, 2009.
¡Qué hermosos recuerdos!
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