2011: Un viaje por esta y otras tierras

La Nación
16 Enero 2011

UN VIAJE POR ESTA Y OTRAS TIERRAS

Cecilia Rossetto ofrece un ciclo con su último repertorio de canciones

Desde el fondo de la orfandad regreso con toda la alegría que me ha sido y me es posible», dice con la voz ronca, como un susurro. En el término de un año, Cecilia Rossetto se quedó sin sus padres. Su mamá murió hace apenas tres meses y aún se le inundan los ojos con el recuerdo.

«Uno piensa en eso toda la vida, ¿no? Bah, yo por lo menos, lo pensé toda la vida. Y de pronto, llega el momento que se hace real. Una poeta decía: si tenéis a vuestros padres, corred a abrazarlos, porque cuando ellos no estén, el mundo parecerá un desierto. Esa frase la leí hace 25 años. Siempre me la acordé y siempre los mimé», dice toda vestida de blanco, en la antesala de La Comedia, donde desde el viernes regresó a escena con un unipersonal musical que representó el último año por algunas funciones en el Cervantes: Concierto amoroso. La actriz y cantante hablará del amor a través de tangos, boleros y poemas, acompañada por Freddy Vaccarezza (piano y dirección musical); Walter Castro (bandoneón); Cristian Ceccardi (percusión) y Mono Hurtado (contrabajo).

Rossetto se crió en una casa que frecuentaban grandes genios del ajedrez como Bobby Fisher o Anatoli Karpov. «Ese fue el paisaje de nuestra vida. Nuestro papá ensimismado en un tablero de ajedrez», cuenta la estrella del café concert, hija del gran maestro Héctor Rossetto, campeón argentino y tres veces subcampeón del mundo. De la pared de la casa paterna, colgaban las fotos de su padre con Marlene Dietrich, Humphrey Bogart, Bing Crosby y el Che, con quien jugó varias partidas.

Rossetto recapitula aquellas horas que pasaba en los juegos internacionales, y entre el sueño y la vigilia infantiles, se aburría en esas interminables partidas. Luego llegaría el magisterio y la escuela de arte dramático.

«Tuve una adolescencia de gran introversión. Nunca me fui de campamento; ni al viaje de egresados ni a los bailes. Los domingos eran melancólicos. En esos días, mi vida me sonaba aburrida, al igual que los sábados a la noche, cuando mis compañeras del normal iban a bailar, salían, tenían novio. Yo sólo estudiaba.»

Cuando entró a la escuela de teatro, tenía 14 años, pero ya sabía que no le interesaba el éxito ni tener una casa con piscina. «Estaba buscando otra cosa: comunicarme socialmente.»

«En mi carrera, he hecho un activo esfuerzo para arrancar las frivolidades. Eso lleva implícito mucho esfuerzo y, además, una gran fuerza de carácter, de decir «Yo eso no lo quiero». El no es muy difícil de sostener en esta carrera. Eso me lo enseñó el actor Carlos Carella. Me dijo: «Si estás acostumbrada a vivir con lo básico, podés sobrevivir con eso y elegir qué hacer. Es sacrificado, pero llega un momento que te acostumbrás»», recuerda.

-Viviste en Barcelona durante casi una década y volviste a Buenos Aires en 2008. ¿Cómo encontraste la Argentina?

-Me fui de un país en llamas, descorazonado y humillado. Me fui de esa tempestad con una mano atrás y otra adelante; mis ahorros se habían perdido. Me envió un pasaje el escritor español Manolo Vázquez Montalbán y me ofrecieron trabajos artísticos interesantes. Más tarde me llamó el presidente Kirchner, a quien no conocía, y me ofreció que colaborase con el país desde Barcelona, donde yo vivía. Me enorgulleció su oferta, pues era el hombre que había rehabilitado los caminos clausurados de la memoria y la justicia. Cuando regresé, hace tres años, encontré un país de pie, luchando por la reparación social y habiendo dado un giro esencial en la historia contemporánea argentina.

El año 2010 fue difícil para Cecilia, no sólo por la muerte de sus padres, sino también por un accidente de tránsito que la obligó a permanecer cinco meses sin caminar. Al dolor le siguió la necesidad de conectar esas cosas «naturales» de la vida con la potencia del trabajo.

«El sufrimiento te deja en un estado de sensibilidad, en un alerta sensible grande. Me lleva mucho tiempo de introspección elegir qué voy a presentar al público. Buceo dentro de mí, en las músicas, los recuerdos, las tierras extranjeras, la infancia, los distintos mares. Este espectáculo es una suerte de viaje por ésta y otras tierras, donde prevalece una pulsión de vida muy fuerte, una relación de amor con todo.»

-De todas maneras, en tus espectáculos se respira cierta rebeldía. Alguna vez dijiste que tenés problemas de insumisión desde la primaria?

-Sí -dice, y se ríe-. Lleva la vida mantenerse en eso. Yo no soy una persona «adaptada». Mi papá tampoco lo era, y creo que el hecho de no ser un adaptado, de tener un espíritu insumiso, rebelde, uno lo trae en la sangre. Pero, además, requiere un trabajo muy profundo.

Después de sus viajes por el mundo, Rossetto interpretará a Bola de Nieve, Nicolás Guillén, Roberto Carlos, Virgilio y Homero Expósito, Eladia Blázquez, Pablo Ziegler y Oscar Balducci, Carlos Vives y más. Un puñado de canciones y poemas de amor lleno de pasión y sensualidad que recorre los distintos puertos que marcaron su vida: Buenos Aires, La Habana, Cartagena de Indias y Barcelona. Como una flor de loto que nace de entre el barro para abrirse pura y perfecta a una nueva vida.

Recuerdos de adolescencia y la genialidad del gran ajedrecista Bobby Fischer

«Mi papá adoraba a Bobby y eso me hizo quererlo a mí también. Siempre le escuché decir que era lo máximo y que no hubo nadie tan genial. Solía contarme que la primera vez que lo vio jugar en Europa, Bobby era un adolescente de 17 años. Papá se acercó con su amigo Smislov , el campeón mundial, y «lo espiaron» en la partida que estaba jugando… los dos se miraron y dijeron: ¿Qué es esto? ¡Es un genio!

Cuando lo trajo a casa yo tenía 15 años y era sorprendente el aspecto que tenía: la mirada totalmente perdida como si no pudiese concentrarse en nada que no fuera el ajedrez, los labios notablemente mojados de saliva y me estiró una mano blanda cuando papá nos presentó. Yo quedé muy impresionada porque no coincidía esa estampa con todo lo que había escuchado de él… pero papá me continuaba susurrando «es un genio». Y luego lo acompañaba a comer hamburguesas y a los jueguitos electrónicos.

Mucho, muchísimo tiempo después, cuando yo vivía en Barcelona y Fischer estaba en Islandia, intenté planificar un viaje a Reykjavik para visitarlo. Me había emocionado ver unas fotos suyas donde se lo veía con una barba pelirroja y una sonrisa amplia. Su mirada era intensa, estaba guapísimo y tenía el aura que rodea a los rebeldes. Ya se había echado en contra a Estados Unidos y su imperio. No me dio tiempo, falleció. Lloré mucho, se había ido un ídolo de mi infancia, alguien muy presente en nuestra cotidianidad. Llamé a papá, aquí a Buenos Aires, y casi no me habló de lo afectado que estaba. Sólo dijo «nunca pensé que sobreviviría a Bobby».

PARA AGENDAR

Concierto amoroso , espectáculo de canciones de Cecilia Rosetto. En La Comedia, Rodríguez Peña 1062. Viernes y sábados, a las 21. Entrada: $ 100.