Biopic

Rossetto por Rossetto (lo que papá nos contó)

En Bahia Blanca, con una amiguita.

“Tendría cuatro años cuando comencé a mover las piezas sobre el tablero y, a pesar de la oposición de mi padre que consideraba demasiado grande el esfuerzo para mi edad, a los siete ya llevaba realizadas algunas partidas. No recuerdo si fueron con éxito, como tampoco recuerdo cuándo comencé a darme cuenta del significado de algunos movimientos y posiciones. Siempre acompañado por mi padre y dirigido por él pasé, sin advertirlo, de espectador ignorante a jugador.

Hasta que en el año 1931, cuando en Bahía Blanca se creó el Círculo de Ajedrez, recién tuve ocasión de conocer a fondo y de cerca las dificultades a que habría de conducirme mi afición. Recién debuté como jugador en el Círculo en 1935 en un torneo de tercera categoría en el que obtuve el primer puesto con nueve victorias y una tabla sobre diez partidas. Al año siguiente, ya clasificado jugador de segunda, intervine en dos torneos, de los cuales el primero pudo haber reducido mi entusiasmo pues obtuve un cuarto puesto trabajoso, después de haber sufrido más de un sacudón. En el segundo obtuve mejor resultado porque no conocí derrota y con una sola tabla.
Pero me faltó ánimo para pasar a primera categoría. O posiblemente me aconsejaron bien y decidí esperar un poquito.
Recién después de intervenir en otra competición de segunda, debuté en primera en el torneo de la ciudad de Bahía Blanca en el que obtuve el primer puesto.

Más tarde fui designado integrante del equipo de la Federación del Sur, juntamente con Pasó, Avanza y Lalich, que tomó parte en el Torneo Interprovincial disputado en Buenos Aires.

Fue un gran paso para mí: ¡era la primera vez que me separaba de mi padre!. ¡ Y con la responsabilidad de una representación en un torneo de esa naturaleza, sin tener a mi lado al mejor amigo y consejero!.

Fue entonces cuando, librado a mis propios medios, experimenté los primeros contratiempos al margen del ajedrez. Primero la negativa de mi padre a dejarme viajar solo y el ser testigo de las gestiones que hicieron algunos miembros del Cículo para hacerlo desistir. Después, obtenido el consentimiento, mi mal disimulado temor a decidirme. Y, por último, ya en Buenos Aires, el creer que podría influir en mis perfomances, según una experiencia a poco de llegar, mi poco aspecto de ajedrecista… le cuento: me encontraba con mis compañeros de equipo cuando un fotógrafo de una revista porteña le pidió a Pasó que posáramos un momento. Aguardé que se agruparan el nombrado, Lalich y Avanza, y yo me coloqué en primer término. Fue entonces cuando el fotógrafo pareció dudar y, con un significativo gesto con la mano, me dijo “Salí, pibe, vos no!! Tengo que sacar sólo a los jugadores!!”

 

Artículo donde se ve al Maestro a los 12 años cuando salió Campeón de Bahía Blanca (foto arriba a la derecha).

Finalmente me radiqué en Buenos Aires y tomé parte de un torneo realizado en el Club Jaque Mate.
Bien algunas veces, mal otras pero estudiando y aprendiendo siempre, con el consiguiente provecho al alternar con las principales figuras del ajedrez argentino y siempre tratando de superarme,” (1)

 

“Cuando Luigi Pirandello viajó a Bahía Blanca para asistir al estreno de “Seis personajes en busca de un autor”, mi padre y mi padrino Ciro Arena (que era doctor en leyes graduado en la Universidad de Roma) lo esperaron a la salida del teatro y lo llevaron al bar Portobello .

Yo estaba con ellos, nos sentamos a una mesa y recuerdo a Pirandello acariciarse la barba mientras escuchaba a mi papá que exultante no dejaba de hablar porque, seguramente, deseaba cautivar al dramaturgo. Siempre pensé que el gran escritor se debe haber sorprendido de encontrarse con esos dos gringos tan cultos a un paso del fin del mundo”.

 

“La Biblioteca Rivadavia era lo mejor de Bahía Blanca. Solíamos ir con mi padre aunque él tenía una biblioteca tan grande en nuestra casa que, cuando nos mudábamos, era un verdadero drama. Nunca supe quién se quedó con sus libros cuando papá falleció pues yo ya estaba en Buenos Aires”

 

“Siempre preferí seguir a Emanuel Lasker. Un cofre de ideas y un concepto que estuvo más allá de su época. Le bastaba igualar para tomar la iniciativa y envolver a su rival en la más sutil de las telarañas. En muchas partidas jugadas por mí se encuentra mucho de su escuela”

 

“Con Alekhine jugué a los 17 años, me lo presentó Guimard y le hice bastante fuerza”

 

“Bobby Fischer es un genio, un creador permanente que vivía sobre el tablero y tocaba con música propia. Nos caíamos muy bien, yo lo acompañaba a jugar en los jueguitos electrónicos, a comer hamburguesas y él se sentía agradecido. Lo ví por primera vez en 1958 en el Interzonal de Portoroz, Eslovenia, siendo Bobby casi un niño y, con varios jugadores rusos, nos miramos y murmuramos “¡es fantástico, un genio!”

 

“Cuando viajamos a jugar los mundiales fuimos a poncho y sin plata”

 

“A Josef Von Sternberg, el director austríaco emigrado en EEUU que descubrió a Marlene Dietrich en su primera película europea “El ángel azul”(1930), lo conocí en Los Angeles y desde un principio me trató como si fuéramos viejos amigos. En ese momento yo estaba un poco engripado y Josef me ofreció las llaves de su casa para ser atendido por los empleados. Como a mí me daba pudor aceptar, él agregó “Hay una sola cosa que admiro en el mundo y es el cerebro de un ajedrecista”. Finalmente me alojé en su casa una semana y su esposa y el personal me dieron un trato familiar. El famoso director, cada tanto, me pedía jugar una partida y cuando nos sentábamos frente al tablero, él lo hacía comiendo cebolla cruda como si fuera una manzana”

“Marlene Dietrich no sabía jugar ajedrez pero le gustaba verlo jugar. Se pasaba horas a mi lado contemplando el tablero. Un día había gente hablando fuerte y molestando, ella se giró furiosa y gritó “¡qué vergüenza, no molesten al señor Rousetou!” Me hizo gracia cómo pronunció mi apellido pero me sentí halagado. Solíamos ir a cenar con vino tinto a restaurantes italianos y ella se vestía con ropa sencilla y sin maquillarse”

 

 

“Fui un par de veces a la casa de Humprey Bogart. Él era el Presidente de la Asociación de Ajedrez de Hollywood y jugaba bastante bien. Era muy cálido y amable, nada que ver con el “duro” que interpretaba en las películas. Jugábamos muchas partidas mientras su esposa Lauren Bacall me servía de todo: masas, café, whisky, saladitos. Creo que ella deseaba hacer su contribución para que Boogie se divirtiese”

 

Con Carmen Miranda en la piscina de su casa

“Iba con Bing Crosby a las carreras. A él no le interesaban los trebejos, sólo deseaba que lo vinculase para la compra de caballos de carrera en Argentina.
En Hollywood estábamos rodeados de bellas señoritas: Carmen Miranda sorteó los colores de los adversarios y Linda Darnell entregó al final los premios”

 

Con el Mariscal Tito en 1950

“Jugué con el Mariscal Tito en Yugoslavia. Hubo actitudes de él que no me cayeron bien: una fue que fumara con una boquilla de oro y se hiciera encender el cigarrillo por un asistente y, otra, que se hiciera traducir por un intérprete cuando yo sabía que entendía bien el castellano ya que había combatido en la Guerra Civil Española junto a los republicanos”

 

“Con Margarita Xirgu coincidí en un barco y quiso que le jugara a ciegas mientras un actor de su compañía me decía los movimientos. Cuando le di un mate temprano, exclamó “¡este joven es el mismísimo diablo!”

 

“Jugando en Cuba el torneo Capablanca In Memorian, estaba un día recostado leyendo en la habitación del hotel cuando me llama por teléfono el Che Guevara. Me dice :
–Maestro, me enteré que hoy juegan las suspendidas y que usted no tiene ninguna, qué va a hacer ¿irá a pasear?”.
–No creo– le contesté yo y, suponiendo que algo me quería proponer, continué—¿Por qué? ¿Usted tiene algún programa, Guevara?
–¿No quiere que mande a buscarlo y se viene al Ministerio a jugar?

Al rato me vino a recoger un jeep y me llevó hasta el Ministerio de Industrias y, al llegar, salió a la puerta a recibirme con dos enormes perros. Fuimos a su despacho, hablamos mucho y se hizo la madrugada jugando ping pong donde le daba mate. El Che era un jugador de primera categoría pero no le gustaban las ventajas, entonces yo le jugaba duro y luego le enseñaba dónde había cometido errores. Eso lo entusiasmaba. Me contó muchas cosas de su vida y de los recuerdos que tenía de Buenos Aires, de sus calles y edificios. Me impresionó que, en un momento de la noche y como al descuido, dijo “Maestro, yo no me voy a morir en una cama”
Era un hombre íntegro que detestaba las obsecuencias.
Murió por sus ideales y sin dejar un solo cobre y sigue siendo una figura inspiradora en lo ético que siempre admiraré.”

 

Mientras Petrosian juega con un jovencísimo Fischer, Rossetto se distrae analizando.

 

“Con el papá del Che, don Ernesto Guevara Lynch, nos seguimos viendo hasta su último viaje a la Argentina. Solíamos reunirnos con su segunda esposa Ana María Erra y los hijos que tenían: Victoria, Ramón y Ramiro, en casa de nuestra común amiga Consuelo Ketty Zamora. Una vez le comenté “don Ernesto ¡qué poco le gustaban las ventajas a su hijo!” y él me dijo “mire, Rossetto, si le gustaban poco que a los nueve años advirtió que yo no le jugaba fuerte y me juró que nunca más jugaría una partida conmigo…y así lo hizo”

 

“Después de arrebatarle el título argentino a Carlos Guimard, viajamos muchísimas veces por el mundo. Los últimos años de nuestras vidas nos convertimos en grandes amigos y nos pusimos de acuerdo en no hablar de ajedrez. Salíamos a comer afuera con mi señora a quien él quería mucho. Lo pasamos juntos cuando cumplí 80 años y nos divertimos.
Con Alberto Foguelman también fuimos muy amigos, de jóvenes y en el ocaso, venía a menudo a casa pues le gustaba cómo cocinaba mi esposa Necha y, de sobremesa, analizábamos partidas”

 

“Fui Notable del Senado de la Nación y anteriormente, cuando me otorgaron el honor de ser Ciudadano Ilustre de la Provincia de Buenos Aires, el Gobernador Antonio Cafiero me contrató para que diera clases en las cárceles. En realidad, yo le manifesté mi interés por visitar los presidios pues recorrer las cárceles me hacía sentir útil y me permitía compartir algo en la vida de los hombres detenidos”

Con Necha, su compañera durante 60 años

Para un hombre mayor como yo, la tensión durante una partida larga es tremenda. Si hasta los nervios te patean el hígado. Además la vida es una parábola y yo ya estoy en la curva descendente. Sin embargo, la semana pasada le gané a una computadora y me puse contento, parece que esta cabeza sigue funcionando

“Pasé por todas y viví aprendiendo. Mi mayor alegría es haber podido darles una carrera a mis hijos”

 

Rossetto con Pablo y Cecilia en Córdoba

“El ajedrez fue para mí solamente un medio de subsistencia, tenía talento y lo usé. Podría decir que no fue una pasión aunque fue el centro de mi vida, mi destino. Pero ni siquiera le enseñé a mis hijos a mover las piezas, Cecilia aprendió sola en la Escuela de Arte Dramático y cuando quise que jugara seriamente ella se negó. Ya tenía el teatro en su cabeza.

Cuando fui a Helsinki un periodista me preguntó si sería Campeón Mundial y le contesté que seguramente no porque tenía otros intereses en la vida: la música, el vino y las mujeres.”

 

“No me quejo. Tuve todo lo que quise en la vida: una compañera leal, graciosa e inteligente, hijos, nietos y bisnietos, recorrí el mundo y me hice infinidad de amigos ¿Qué más se puede pedir?”

 

(1) Recorte encontrado, después de su fallecimiento, entre los papeles que el maestro Rossetto guardaba en su casa. No se halló otra referencia como no sea la firma de Luis Garro (año 1944) y que se realizó antes de que el joven campeón se embarcarse en el barco Río Jachal rumbo a EEUU para representar a la Argentina.

 

Arnaldo Rossetto
Mi abuelo paterno

 

 

En el día de ayer logramos comprar un ejemplar del libro «José Verdi» escrito por mi abuelo Arnaldo Rossetto. Ese ejemplar muy muy gastado venía con un pequeño escrito del abuelo intentando hacérselo llegar a alguien. No deja de sorprenderme la pequeña y exquisita letra de este hombre nacido en Torino y criado en Venecia a quien lo rozó la tragedia y que jamás hubiese deseado terminar sus días en tierras argentinas.

 

 

Águeda Boni de Rossetto
Mi abuela paterna

Esta muchacha de madre uruguaya, se casó con Arnaldo y tuvieron un hijo, Héctor Decio, a quien no pudo ver crecer por su desgraciada y temprana muerte a los 28 años.

 

Dirección Nacional de Derechos de Autor
Expediente Nº 5314813