New York
Hubo un tiempo, hace 40 años atrás, que viajaba seguido a New York… por amor.
La razón era que allí vivía mi padrino, Ubaldo Miralles, que fue como un segundo padre para mí. Me formó en distintas disciplinas. Uruguayo de origen, anarquista, amante de la literatura española y con una frustración que arrastró hasta su último día: no haber combatido en la Guerra Civil de España por el bando republicano. Me transmitió en mi adolescencia el amor por las revoluciones y el rechazo por cualquier imperialismo, el interés por el psicoanálisis y el fanatismo por el buen cine.
Cuando sucedió el golpe militar en Uruguay siendo perseguido se exilió en New York, el único lugar en el mundo donde una amiga le ofreció alojamiento. Él no hablaba una palabra de inglés y comenzó a trabajar destapando cloacas… fue muy duro para Ubaldo y su familia comenzar de cero en un país culturalmente en las antípodas de sus ideas, pero salvó la vida y, poco a poco fue ascendiendo de tal modo que, treinta años después, se jubiló como profesor en la Universidad de Manhattan… Entonces, ya mayor, regresó con su inmensa biblioteca a Montevideo para reiniciar un camino que la dictadura había cortado…compró una casita con jardín alejada del centro de la capital oriental, rescató varios perritos de un refugio y terminó su vida serena y felizmente junto a Charito, su compañera de siempre y mamá de la hija que quedó en Norteamérica.
Por mi parte, nunca más regresé a New York la ciudad que descubrí con su abrazo y que, sin él, había perdido seducción para mí.





En la casa de NY, Lucía juega con Tupa…(de qué otro modo podía llamarse?).

Lucía juega con Ceci, la gatita que llevaba mi nombre (según la familia Miralles era para poder nombrarme a diario y sentirme cerca).

Lucía y yo disfrutando el Zoo de NY.

En Montevideo, Lú y yo almorzando con nuestro querido Ubaldo.
Que bella historia
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