Les cuento el motivo de mi emoción. Hoy recibí noticias de SANDRA BORGES LUGO, una artista que fue una niñita a quien amé desde que la conocí en La Habana… era un derroche de gracia y alegría. Y era el orgullo de su abuela Mercedes y de su papá Luis. Había comenzado a estudiar violín desde muy chiquitita en la escuela… ya saben ustedes la importancia que da el gobierno de Cuba al arte y las ciencias…
Mimé a Sandrita en mi casa de Buenos Aires cuando ella pudo hacer algún viaje. La recuerdo pequeña antes de dormirse y a mí poniéndole manteca de cacao en su boca «bembona» para que no se le resecaran los labios y pasándole crema por los brazos y las piernitas para que esa piel se transformara en puro charol y quedara suave como la seda…
Y también recuerdo una noche en que se quedó mirándome muy seria y me preguntó: «¿No te da un poco de penita tener ese color blanquito en tu piel?» y yo, en medio de una carcajada, le dije: «No seas mala conmigo… claro que me da pena ser color yogurt» jajajaja!
Y me vacilaba poniendo su color junto al mío para volver a decirme; «Pobrecita tú»…y estallábamos en risas.
Pues he aquí que Sandra, la hija del talentosísimo Luis Lugo con quien hicimos el espectáculo Bola de Nieve, es una eximia violinista que vive entre Suiza y Francia y triunfa en los grandes teatros de Europa.
SALUD, SANDRITA BELLA… SALUD A TU TALENTO…
¡SALUD A LA TIERRA QUE TE VIÓ NACER!

Sandra Borges Lugo, violinista cubana.

Mimando a Sandrita en La Habana.

Sandra y su abuela Mercedes quien me enseñó muchos secretos yorubas.

Sandra con su papá Luis Lugo en los tiempos que ensayábamos «Bola de Nieve» y él nos asombraba con sus conciertos.